domingo, 16 de diciembre de 2007

Respuesta a ¿De verdad el enemigo es el Estado?

Esta es mi respuesta al artículo publicado por José Javier Esparza titulado "Mercado, el Estado y la libertad. ¿De verdad el enemigo es el Estado?".
Mi más sincera admiración y respeto al autor.


No, don Javier, el Mercado no es un ogro con entidad jurídica que se come a las personas. No le llega a la suela de los zapatos al Estado a la hora de anular la voluntad y los derechos de sus consumidores. El Mercado debe ser el resultado de las transacciones que libremente se celebran entre personas también libres buscando su propio beneficio. Y el Estado, para los liberales, debe velar porque no se conculquen los derechos fundamentales de estas personas, así como del cumplimiento de los contratos. Pero no debe intervenir en el Mercado, adulterándolo. Es juez de nuestros actos conforme al Imperio de la Ley. Ley con mayúsculas. Los liberales no denigramos al Estado, salvo quizás los anarcocapitalistas, sino que pensamos que el Estado está para defendernos de las agresiones exteriores, que se cumplan los contratos y que se defiendan nuestros derechos a la Vida y la propiedad privada. Así de sencillo.

El Mercado no amenaza “la libertad en el sentido más profundo del término, es decir, la autonomía de las personas y de las comunidades para decidir sobre su propia forma de vida”. Si acaso algunas empresas o lobbys de empresas sí que lo hacen. Pero entonces el Estado debería aparecer para evitar esta situación y hacer que se cumpliese la Ley. Y a los particulares siempre nos queda la denuncia, la cancelación de recibos domiciliados (pienso en las operadoras de telefonía) y el pataleo. Además del boca a boca. Pero cuando es el Estado el que amenaza la libertad de las personas.... entonces decenas de millones mueren en el gulag o acaban siendo gaseadas en campos de concentración. O simplemente Educación para la Ciudadanía pasa a formar parte del currículum educativo de nuestros niños.

En España sigue siendo el Estado y no el Mercado quién “dicta hoy leyes de muerte o de supervivencia, quien guía las conciencias y los estilos de vivir", envenenando nuestro sistema educativo con una Historia de España “adaptada” a cada “territorio” o “nacionalidad histórica”, e incluso modificándola mediante una “Ley de Desmemoria Histérica”. Creando jóvenes vagos, inapetentes y premiando la cultura del “no esfuerzo”, la cultura del “todos iguales por abajo, borregos y progres”. Es el Estado quien nos obliga a mantener el deficitario y piramidal sistema de Seguridad Social que todos pagamos. Es el Estado el que facilita abortos e impide adopciones. Es el Estado el que promete “papeles para todos” y luego los ahoga en el Estrecho. Es el Estado y no el Mercado el que negocia con asesinos de la ETA, aunque algunas empresas los financien.

Que queramos ser más flacos, bailar y cantar como los triunfitos, tener ese coche o usar la misma marca de pintura de labios que Angelina Jolie no pasa de la mera anécdota, comparado con todo lo demás.

El Estado no agoniza, no se preocupe. Si acaso es cada vez más fuerte en muchos sitios. Eligiendo a los EE.UU. y su Estado Federal como ejemplo, veríamos que cada año que pasa mueve más dinero, más poder. Y sí, es financiado por empresas privadas. Claro, nadie quiere apartarse del poderoso (excepto nuestro Rodríguez Zapatero, que se abraza a dictadores de países muertos de hambre). Aquí en España pasa lo mismo. Vemos como entidades privadas condonan préstamos multimillonarios a partidos políticos. ¿No será que el Estado, cuanto más grande, más intereses privados arrastra hacia sí, como si de un agujero negro se tratara?

Bush no es un liberal modélico, y el Partido Republicano hace tiempo que perdió la cabeza. Decía Hayek “a los socialistas de todos los partidos”. Que Bush haya entrado con su gobierno a intervenir el mercado para paliar una crisis que atañe a un concreto pero gran grupo de personas es similar a nuestro gobierno entrando a “salvar” los puestos de trabajo de Delphi, siempre a costa de nuestros impuestos. Si los bancos concedieron préstamos basura a sus clientes sería porque pensaban ganar dinero con ellos. Si ahora lo pierden es problema de ellos. Y si los que solicitaron los préstamos ahora no los pueden pagar, no es tarea del Estado salvarlos de la cárcel, sino hacer que se ejecuten los contratos. Si “el Mercado se cae”, estilo crisis del 29, será porque las empresas no afrontaban con garantías sus operaciones, por lo que habría que modificar las leyes para que no suceda de nuevo, pero nunca tomar peligrosas decisiones ad hoc. Sin embargo Papá Estado viene a salvarlos. Desconozco la legislación americana en este punto, pero esto desde luego roza lo soviético. Una pena para ellos.

Y habla usted de neoliberales. El liberalismo es una corriente demasiado joven y poco puesta en práctica, al contrario que socialismo, comunismo, fascismo, nazismo y sus clones, que ya rozan muchos millones de muertos y de fracasos, como para que ya existan “neoliberales”. O se es liberal o no, pero nunca se es neoliberal. Es éste un término despectivo inventado por los progres y traducido del término anglosajón “neocon”, que usan sin saber muy bien a qué o quién se refieren. Es curioso, hay neoliberales pero no hay neomarxistas, neoanarquistas o neocomunistas. Se les llama antifascistas.

Ni “dejemos lo social a los socialistas”, ni los liberales tienen que garantizar nada, porque ser liberal no es un cargo ejecutivo, sino una opción política. Ni los socialistas han tenido unos días de gloria, ni el liberalismo está hecho para salvar ni salvó nunca a nadie. El liberalismo no viene a sacarle las castañas del fuego a la Humanidad, sino a decirte que tú puedes sacártelas tú mismo, y a crear el marco legal para ello. No hay una confrontación Estado-Mamá y Mercado-Dios. No es eso. El Estado, o mejor dicho, el Gobierno, si limitado dos veces bueno. Es la Sociedad Civil la que debe controlar al Gobierno, y no al revés. El Mercado cuanto más grande y libre, mejor. El Paraíso no está lleno de socialistas diciéndonos lo que podemos o no podemos hacer. Está lleno de posibilidades de hacer, y de la libertad de no hacerlas.

Un saludo.

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